Después del trabajo no hubo más remedio que ir a la escuela, tenía desde hace varios años el firme propósito de terminar la secundaria y aunque ya no contaba con la edad para camuflajearse entre sus compañeros, el compromiso personal estaba presente.
En clase, sin atención ni dedicación dejó que su mente llegará hacia donde más le gustaba estar, un auditorio repleto de gente joven esperando a que ella saliera a cantar una canción de los Beatles.
La adrenalina comenzó a invadir su ser, pudiera ser que el público esperara por ella, escuchó aplausos y eran tan sonoros que no alcanzaba a sentir el latido de su corazón.
No había latidos, no había ritmo que seguir, de pronto no hubo aplausos, pero no le importo, salió con toda la ilusión de cantar y no hubo público.
Los paramédicos llegaron tarde a la escuela, ya no había nada que hacer, había muerto esperando volver al salón de clases después de la decepción de un auditorio vacío.
Un “cuentito” que salió mientras escuchaba a Karla, Ana y Erika.
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