Es increíble ver como los aparatos ideológicos del estado funcionan de manera perfecta, la sociedad reacciona, la sociedad está viva, la sociedad es manipulada y… “nadie dice nada”.
Se detona la economía. Transporte, hospedaje, alimentación, venta clandestina de espacios, recuerdos oficiales y piratas, diezmos, logística, gastos de protocolo, tecnología para la seguridad, la cobertura medíatica, todo vale la pena pues el pueblo mexicano, tan dolido por su desgracia necesita de la mano de Dios.
A manera de pretexto, la visita de Benedicto XVI (con todo respeto para los aun creyentes) ha hecho que el pueblo mexicano se olvide por unos días del mal momento histórico que atraviesa y se deje llevar por el MILAGRO de la fe, donde todos le apuestan a un momento de paz solicitada hasta el cansancio a nuestras autoridades sin tener eco a ese grito cada vez más desgarrador.
Y no importa si fueron 138 millones de pesos o más el costo por tener en vivo y en directo al Santo Padre, lo que IMPORTA es ver a nuestra sociedad regocijada por el momento, cual partido de futbol, evento musical de televisa para apoyar a los más desprotegidos o las mismísimas elecciones (mediáticas) que se avizoran en el horizonte.
Necesitamos una figura, un héroe, un algo que se llame Benedicto, Juan Pablo, Vicente, Enrique, Javier, Carlos, Joaquín, Hugo, Checo, Canelo, Marcos o como quieran, pero que sea capaz de distraer nuestra atención y darnos esperanza aunque sea por cinco minutos.